En 1818, durante una expedición inglesa que tenía como misión la búsqueda del mítico paso del Noroeste, el capitán John Ross avistó trazas de color carmesí en la nieve de unos blancos acantilados en el cabo York, en la costa noroeste de Groenlandia. Las describió en su diario como “manchas de sangre”.
Francisco Javier Fernandez
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