Escuchar de forma continuada algún sonido o ruido demasiado alto no sólo provoca sordera con el tiempo, sino que también modifica nuestro cerebro de cara a la interpretación del habla, provocando una creciente dificultad para distinguir los sonidos del discurso, según el último estudio de la Escuela de Ciencias Conductuales y Cerebrales de la Universidad de Texas en Dallas (EEUU).
Francisco Javier Fernandez
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